Y justo cuando la oruga pensó que era su final, se transformó en mariposa

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Manual d´amore

Nunca ha sido tarea fácil reírse de uno mismo, de nuestros propios problemas, y mucho menos cuando se trata de asuntos sentimentales lo que bloquea nuestra cordura. El director italiano Giovanni Veronesi (Che ne sarà di noi) nos propone en su nueva película, Manuale d’amore, justamente eso: reírnos de las locuras y tonterías que hacemos por amor. Lo hace recuperando lo mejor de la comedia italiana, su buen hacer y su genial sentido del humor, y se inspira, según él, en su “ridícula vida sentimental” y en cómo sus amigos se reían cuandoVeronesi les contaba sus líos de faldas. Así presenta su particular visión del amor en sus cuatro fases (enamoramiento, crisis, engaño y abandono) a través de las historias de varias parejas romanas.

martes, 29 de noviembre de 2011

El Fantasma de la Ópera

Dejo este fragmento del Fantasma de la Opera. Sara canta como los ángeles, a mi me gusta y Antonio Banderas, como siempre, una extraordinaria sorpresa.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Las ilusiones perdidas.


Un cuento real, tal vez la vida misma.

No se van en trenes con maletas de cartón pero llevan sus bienes más preciados: un portátil, un móvil de última generación regalado por un familiar o conseguido a base de una lucha de puntos sin cuartel. Suelen tomar un vuelo de bajo coste, cazado pacientemente en las redes de Internet. Se van a hacer un máster, o han logrado una mal llamada beca Erasmus que costará a la familia la mitad de sus ahorros. Otras veces van a hacer de au-pair, de auxiliar de conversación, o a cualquier trabajo temporal. La familia va a despedirlos a la puerta de embarque y mientras se alejan disimularán unos su pena y otros su incipiente desamparo. "Es por poco tiempo -se dicen-. Dominarán el idioma, conocerán mundo... Regresarán en pocos meses". (seguir)


miércoles, 23 de noviembre de 2011

Hola y adiós


El ansia nos estaba martirizando. Queríamos conocernos. Sólo nos habíamos "visto" en fotos, Chat, correo electrónico y facebook.
Un día quedamos. El partió desde Orense, yo desde Valencia. Las horas de autobús se hicieron interminables. Por fin en La Puerta del Sol de Madrid se produjo el encuentro. ¡Qué decepción! Hola y adiós, como diría Sabina. Con sólo vernos se desmoronaron todos los sueños. La imaginación había creado una relación que la distancia había engordado.

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martes, 22 de noviembre de 2011

Pleito a la luz

Un cuento indio.

He aquí que un día la oscuridad se percató de que la luz cada vez le estaba robando mayor espacio y decidió entonces ponerle un pleito. Tiempo después, llegó el día marcado para el juicio. La luz se personó en la sala antes de que lo hiciera la oscuridad.

Llegaron los respectivos abogados y el juez. Transcurrió el tiempo, pero la oscuridad no se presentaba. Todos esperaron pacientemente, pero la oscuridad no aparecía. Finalmente, harto el juez y constatando que la parte demandante no acudía, falló a favor de la luz. ¿Qué había sucedido? ¿Cómo era posible que la oscuridad hubiera puesto un pleito y no se hubiera presentado? Nadie salía de su asombro, aunque la explicación era sencilla: la oscuridad estaba fuera de la sala, pero no se atrevió a entrar porque sabía que sería en el acto disipada por la luz.

*El Maestro dice: La luz es consciencia y sabiduría, en tanto que la oscuridad es ofuscación y estrechez de miras. Si te estableces en la sabiduría, ¿hay lugar para la ofuscación?


lunes, 21 de noviembre de 2011

Balada de otoño


Pasa los días sentada detrás de la ventana, viendo a la gente pasar. No sale, no la visitan, sólo sus hijos. Triste, melancólica, recuerda otros tiempos en los era joven. Ahora anciana, se da cuenta de lo que ha dejado pasar, o no, ya no importa.
Pasa la gente tras los cristales, observa, conoce, reconoce, pero es incapaz de salir.
Cuenta que de niña jugaba mucho, corría mucho, la mimaban mucho, tal vez demasiado. Esto ocasionó que fuera un niña caprichosa. Ahora sola, no quiere visitar, no quiere que la visiten, sola. Convive con ruidos familiares, sus recuerdos y con un perro, que fiel como casi todos los perros, la acompañan. Tras los cristales hoy llueve, no pasa gente. Las gotas de lluvia dibujan círculos en los charcos. Oye el ruido del agua al caer. El perro la llama, pero hoy tampoco le apetece estar con él. Sola, tras la ventana.

Pongo fin con esta balada de otoño de Juan Manuel Serrat.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Cómo llenarte soledad


Cómo llenarte, soledad, sino contigo misma... De niño, entre las pobres guaridas de la tierra, quieto en ángulo oscuro, buscaba en ti, encendida guirnalda, mis auroras futuras y furtivos nocturnos, y en ti los vislumbraba, naturales y exactos, también libres y fieles, a semejanza mía, a semejanza tuya, eterna soledad. Me perdí luego por la tierra injusta como quien busca amigos o ignorados amantes; diverso con el mundo, fui luz serena y anhelo desbocado, y en la lluvia sombría o en el sol evidente quería una verdad que a ti te traicionase, olvidando en mi afán cómo las alas fugitivas su propia nube crean. Y al velarse a mis ojos con nubes sobre nubes de otoño desbordado la luz de aquellos días en ti misma entrevistos, te negué por bien poco; por menudos amores ni ciertos ni fingidos, por quietas amistades de sillón y de gesto, por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma, por los viejos placeres prohibidos como los permitidos nauseabundos, útiles solamente para el elegante salón susurrado, en bocas de mentira y palabras de hielo. Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona que yo fui, que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones; por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos, limpios de otro deseo, el sol, mi dios, la noche rumorosa, la lluvia, intimidad de siempre, el bosque y su alentar pagano, el mar, el mar como su nombre hermoso; y sobre todo ellos, cuerpo oscuro y esbelto, te encuentro a ti, tú, soledad tan mía, y tú me das fuerza y debilidad como el ave cansada los brazos de la piedra. Acodado al balcón miro insaciable el oleaje, oigo sus oscuras imprecaciones, contemplo sus blancas caricias; y erguido desde cuna vigilante soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres, por quienes vivo, aún cuando no los vea; y así, lejos de ellos, ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres, roncas y violentas como el mar, mi morada, puras ante la espera de una revolución ardiente o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista. Tú, verdad solitaria, transparente pasión, mi soledad de siempre, eres inmenso abrazo; el sol, el mar, la oscuridad, la estepa, el hombre y su deseo, la airada muchedumbre, ¿qué son sino tú misma? Por ti, mi soledad, los busqué un día; en ti, mi soledad, los amo ahora.
Luis Cernuda

sábado, 19 de noviembre de 2011

La vida sigue


Se sentó en la silla, mirando por la ventana. Oía el tic-tac del reloj de cuco colgado sobre la pared lateral. Pensaba que nunca volvería a verlo. Triste, muy triste comenzó a llorar. Esperanza rota, sueños destrozados. Cuando daba el más hondo suspiro la puerta se abrió y apareció. No pudo controlar su grito de alegría.
Moraleja: la esperanza NUNCA debe perderse.
A pesar de TODO la vida sigue.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Techo de cristal


Os dejo este artículo de Carmen Posadas. Creo que vale la pena leerlo.

Hasta ahora me había resistido a hablar de ese dilema femenino que se ha dado en llamar el techo de cristal. Me refiero a la invisible barrera que impide que las mujeres alcancen las metas profesionales para las que están capacitadas. El carácter de invisibilidad, según leo en un texto sobre el tema, “viene dado por el hecho de que no existen leyes, ni dispositivos sociales, ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación”. Sin embargo, algo ocurre para que, a pesar de que el número de universitarias supera con creces el de universitarios, a pesar de que las notas de las chicas suelen ser mejores que las de los chicos y están consideradas trabajadoras mejores y más responsables que ellos, a los máximos puestos ejecutivos solo llega del uno al tres por ciento de mujeres.


miércoles, 16 de noviembre de 2011

martes, 15 de noviembre de 2011

sábado, 12 de noviembre de 2011

Lágrimas


Lágrimas


Todavía lloramos. Y qué bueno que así sea. Las lágrimas rara vez hacen mal. Son siempre una catarsis, una liberación, una forma de decir que nadie es auto-suficiente.

En esta confesión de franqueza humana se esconde un acto de humildad de quien reconoce que llegó a una encrucijada.

Y, cuando esto hiere demasiado, los ojos dicen lo que la boca no consigue pronunciar. Hay lágrimas de dolor, lágrimas de amor, lágrimas de alegría incontenible, lágrimas de tristeza, lágrimas silenciosas de paz y de ternura lágrimas de gratitud por un elogio realizado en el momento preciso, lágrimas de esperanza, lágrimas de inocencia.

Pero también hay lágrimas de vergüenza, de necedad, de desafío, de chantaje, de egoísmo por no haber conseguido lo que se quería.

Hay quien llora por cualquier cosa y hay quien tiene vergüenza de llorar, cuando llorar era la única cosa decente que podía hacerse.

Es muy probable que existan cosas mucho más bonitas que una persona llorando en paz. Pero, después de las siete maravillas del mundo, muy bien se podría proponer la que sigue como la octava:

Un monumento a la persona que todavía llora por amor y que además no tiene vergüenza de mostrar que dentro de ella habita un sentimiento noble.

De las cosas más bonitas que conozco, una de ellas es la sonrisa de una persona …y otra, la lágrima silenciosa de alguien que desea comenzar de nuevo…

Autor desconocido

viernes, 11 de noviembre de 2011


"Todos llevamos máscaras, y llega un momento en el que no podemos quitárnoslas sin quitarnos nuestra propia piel." (Andre Berthiaume)

miércoles, 9 de noviembre de 2011

En mi verso soy libre


Os presento este libro compuesto por relatos presentados en el IV Certamen Nacional de Relatos "En mi verso soy libre", organizado por la Consejería de Educación, Formación y Empleo a través de la Dirección General de Promoción, Ordenación e Innovación Educativa, dirigido al alumnado de las distintas Aulas Hospitalarias y de Apoyo Domiciliario de nuestros país. Creo que merece la pena leerlo, para ver de lo que son capaces los pequeños y no tan pequeños ingresados, prisioneros de una enfermedad, para darnos cuenta de lo que tenemos cuando no la tenemos.

Título: Libre
Daniel Tornero Yepes
Aula Hospitalaria del H. Virgen de la Arrixaca (Murcia)
Suspiró. Habían pasado ya varios días desde que enviara la carta,
y todavía no había recibido respuesta. Se asomó a la ventana
y observó el paisaje. Su cultivo de arroz estaría pronto listo y las
rosadas hojas del Sakura (almendro) comenzaban a asomar por
los blancos troncos. Las nubes por fin dejaron paso al sol y un
haz iluminó el rostro de la mujer, bello en el pasado, pero ahora
surcado de arrugas. Los adornos metálicos del pelo destellaron al
recibir la luz, Ya eran pocas las mujeres que los llevaban y sólo las
personas que habían nacido antes del ataque a Hirosima podían
darse cuenta de la paulatina pérdida de tradiciones que había experimentado
el país. Ya nadie contaba las antiguas leyendas, los
samuráis eran meros reclamos turísticos y la tranquilidad y la paz
que siempre había caracterizado la filosofía de los habitantes de
oriente se habían enturbiado por el capitalismo estadounidense.
Ante aquella degradación de los valores tradicionales, Honoku
había decidido pasar sus últimos años aislada del mundo, en un
retiro espiritual antes de que la muerte se abatiera sobre ella.Sin
embargo, antes de que llegara ese momento tenía que zanjar un
asunto que tenía pendiente desde hacía muchos años: su hija, a la que había abandonado hacía casi cincuenta años por no poder
ocuparse económicamente de ella. Tomar aquella decisión había
sido muy difícil, pero comprendió que era lo mejor para las dos.
Su hija tendría una oportunidad de ser libre, algo de lo que Honoku
jamás podría presumir, y ella podría olvidar a aquel hombre
con el que había pensado pasar el resto de su vida.
No fue hasta después de treinta años cuando Honoku, ya disponiendo
de la suficiente cantidad de dinero y retirada del que
había sido su deshonroso modo de vida, decidió buscarla. Había
sido muy difícil dar con ella, porque no sabía ni su nombre, ni
su dirección, pero tras varios años de búsqueda había dado con
ella. Ahora se llamaba Nagisa Yumenara y había sido acogida por
una familia japonesa del sur de Tokio. Para Honoku fue difícil
redactar la carta, pero le estaba resultando muchísimo más complicado
esperar la respuesta. Consciente del nerviosismo que le
recorría el cuerpo, procedió a relajarse recortando su bonsai, una
actividad que siempre había producido un efecto sedante en ella.
Sin embargo, en esa ocasión no la calmó y, tras darse cuenta
que estaba destrozándolo, decidió dejarlo y volver al interior de
su casa, donde se entregaría a la lectura. Con esa idea en mente
descorrió la puerta de papel que llevaba hasta el salón, pero justo
cuando había elegido un libro llamaron a la puerta. Intentando
no tropezar con el kimono corrió a la entrada y abrió. Un cartero
uniformado de azul le entregó una carta y esperó; Honoku
siempre había preferido recibir las cartas en mano, como tradicionalmente
se hacía. Aunque eso no era lo habitual, las propinas
de la anciana eran razón suficiente para hacer el esfuerzo. Tras
complacer al cartero con unos yenes, Honoku volvió a la casa y
abrió el sobre…Al cabo de dos días, Honoku saludó a su invitada haciendo la
reverencia tradicional:
-Buenos días -dijo Honoku.
-Buenos días -respondió la mujer.
La anciana procedió a inspeccionarla con la mirada. Definitivamente
había heredado su nariz respingona, pero los ojos, los ojos
eran de él. La mujer, al sentirse algo violenta por el escrutinio,
carraspeó intentando llamar la atención de Honoku.
-He venido con intención de ocupar el puesto que ofrece, ser
su cuidadora, tal como me informó en su carta.
Honoku se sorprendió al ver lo directa que era y la rapidez con
la que había sacado el tema, y sonriendo contestó:
-Ah, claro, pero antes tomemos un té. Acompáñeme.
La anciana guió a la mujer hasta el comedor, donde los cojines,
el té y el incienso estaban preparados. La habitación parecía haberse
congelado en el tiempo hacía medio siglo.
-Siéntese -la invitó Honoku.
Perpleja por la decoración de la sala, la mujer se sentó.
-Como comprenderá, antes de aceptarla necesito saber un
poco de usted- empezó Honoku sonriendo divertida, mientras
servía el té.
-No hay problema -respondió ella- Me llamo Nagisa Mitsumi,
tengo cuarenta y nueve años, estoy casada y tengo dos hijas.
-¿Y sus padres? -Mis padres eran Itsuki y Yuri Mitsumi.
Honoku guardó silencio ante la respuesta, su hija no sabía
nada de sus orígenes, no sabía que era adoptada.
-Y, perdone la pregunta, ¿estaría dispuesta a alejarse de su familia
para conseguir el puesto?
-La situación actual no me permite dudar- respondió aludiendo
a su bajo nivel económico.
-No obstante, mi marido, mis hijas y yo nos queremos lo suficiente
para saber que la distancia no es un obstáculo.
Honoku asintió y una vez más observó a su hija. Eran tan distintas…
pertenecían a tiempos diferentes. Ella vivía en el glorioso
pasado japonés y Nagisa era el reflejo de la sociedad moderna,
donde la tecnología y la agitación se entrelazaban creando un
modo de vida muy diferente al suyo. Además, su hija era feliz con
un hombre al que amaba y con una familia que la quería, y estaba
dispuesta a renunciar a todo eso para poder mantenerla. Admirando
su determinación y viéndose reflejada en ella por la situación
que su hija estaba atravesando, Honoku tomó una decisión.
Tres días después, la caída de las hojas de cerezo provocaba
pequeñas ondas en el estanque y el reflejo de la anciana mujer se
distorsionaba en las aguas. A las hojas se sumaron pronto las lágrimas
de Honoku que, emocionada, contemplaba el amanecer.
Había decidido no contarle nada a su hija, pues la había visto tan
orgullosa de tener una familia, que no había tenido valor para
contarle la verdad. Tras su visita había hecho todo lo necesario
para que Nagisa lo heredara todo tras su muerte, algo que no
tardaría en ocurrir.Honoku, tras comprobar que tenía una hija maravillosa que
era querida por su familia, se había dado cuenta de que ya nada le
ataba al mundo, simplemente ya no pertenecía a él, y se preguntó
si alguna vez lo había hecho. Su vida había estado marcada por
decisiones duras y, aunque no todo habían sido tristezas, nunca
había tenido aquello que había deseado con todas sus fuerzas.
Mientras el veneno le hacía efecto y cerraba los ojos por última
vez, Honoku miró a los pájaros que empezaban a salir de sus
nidos y anunciaban el nuevo día, tan libres como siempre, tanto
como ella lo hubiera deseado ser.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Paciencia






















La paciencia es un rasgo de carácter que nos permite pasar por situaciones caóticas sin derrumbarnos, nos permite educar a nuestros hijos sin gritos, cuidar de nuestros padres pensando en lo que ellos han hecho por nosotros y nos permite aceptar a los compañeros de trabajo sin deprimirnos, entre muchas otras cosas.

Lee esto atentamente:

Por muy oscuro que esté, tengo la certeza de que volverá a brillar la luz.

Acepto lo que no puedo cambiar. Ya se trate de mí mismo, de otras personas o de las circunstancias, sé que necesito armarme de paciencia. La situación puede prolongarse.

La solución que yo adopte no tiene que ser la tuya. Elijo la que me libera de mis propias expectativas y de las expectativas de los demás, de todas las ideas preconcebidas acerca de cómo deberían ser idealmente las cosas.

Me permito sentir ira y tristeza o tener miedo. Pero no estoy a merced de mis sentimientos. Les doy espacio y decido cuándo es hora de pasar a otros pensamientos y cambiar el estado de ánimo.

Asumo la responsabilidad sobre mí mismo. Nadie más determina qué es lo que yo pienso, siento y hago. Soy yo quien configura mi propia vida.

No estoy solo. Si no me obstino en esperar o en estar dispuesto a recibir ayuda de ciertas personas, permanezco abierto a ofertas inapropiadas. Poder introducir una diferencia positiva en la vida de otras personas me fortalece a mí mismo.

Sea cual sea lo que deje a mis espaldas y con independencia de lo importante que pueda ser, tengo un futuro para el que pueda prepararme interiormente. Mis expectativas determinan de algún modo lo que esté por venir.

Todo lo que he vivido es mi capital, le pertenece a mi persona y a mi vida, No repetiría voluntariamente todas las experiencias, pero tampoco quisiera prescindir de ellas, porque sin ellas yo sería otra persona. Lo que soy y la manera en que puedo cambiar está íntimamente relacionado con lo que fui (y con lo que fue).

M. Gruhl, “El arte de rehacerse: la resiliencia

jueves, 3 de noviembre de 2011

Le petit prince.

Como en otras ocasiones dejo aquí un pequeño fragmento de "El Principito". Lee, disfruta, interpreta y aprende.


En efecto, en el planeta del principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas. Por consiguiente, de buenas semillas salían buenas hierbas y de las semillas malas, hierbas malas. Pero las semillas son invisibles; duermen en el secreto de la tierra, hasta que un buen día una de ellas tiene la fantasía de despertarse. Entonces se alarga extendiendo hacia el sol, primero tímidamente, una encantadora ramita inofensiva. Si se trata de una ramita de rábano o de rosal, se la puede dejar que crezca como quiera. Pero si se trata de una mala hierba, es preciso arrancarla inmediatamente en cuanto uno ha sabido reconocerla. En el planeta del principito había semillas terribles… como las semillas del baobab. El suelo del planeta está infestado de ellas. Si un baobab no se arranca a tiempo, no hay manera de desembarazarse de él más tarde; cubre todo el planeta y lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y los baobabs son numerosos, lo hacen estallar.