– ¿Estás dormida? –le preguntó una vocecita dulce a la niña que estaba sentada en el cesped, con los ojos cerrados.
- No, estoy dibujando sueños – susurró ella.
- ¿Y el papel? – abrió los ojos él.
- No, es sin papel, así adentro mío. Así los ángeles entienden mejor lo que quiero – siguió susurrando ella.
- ¿Y si lo que quieres no es bueno para tí? – susurró él.
- No, no. Tengo un trato con ellos. Yo les pido lo que me da la gana y ellos lo acomodan para que sea bueno para mí – dijo ella ahora con los ojos abiertos.
- ¿Y qué dibujaste? – preguntó él, curioso.- Un ángel. Sonriente y feliz. Para que en mi sueño juegue conmigo.
- ¿Y por qué no juegas con otros niños?
- Porque no quieren, dicen que soy pobre y que con los pobres no se juega.
- Que tontos son esos niños.
- Yo quiero ser tu amigo ¿Me dejas?
- Si.
- ¿Me enseñarás a pintar sueños como tú?
- Claro que sí. Cógeme de la mano y acuéstate aquí, junto a mí. Cierra los ojos. ¿Ves los ángeles revolotear a nuestro alrededor?
- Si, los veo.
- Están felices porque el sueño que he dibujado se ha hecho realidad.
- ¿Y cuál era?
_¡Tener un amigo!
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