Y justo cuando la oruga pensó que era su final, se transformó en mariposa

lunes, 3 de enero de 2011

La fuerza de un besico

Hay tantos besos...
Besos de buenas noches.
Besos de simple alegría por un regalo.
Hay besos para sanarte si te haces daño.
Hay besos porque sí, porque alguien te tiene cariño.
También se dan besos sin tocar, en una carta, en un e-mail, o besos que se soplan y se mandan por el aire.
Los besos son casi siempre agradables y dan sensaciones estupendas.
Los besos son maravillosos cuando te apetecen y dan sensaciones agradables.
He aquí un cuento sobre besitos:

Era el momento de pagar prenda. Tras el juego, las niñas vendaban los ojos a los niños y sigilosamente, sin decir quien era cada una, iban al chico de su elección y le daban un beso “donde ellas quisiesen” según marcaban las reglas. A los doce años era excitante poder sentirse mayor.
Por las tardes jugaban a la salida del colegio. Ella era pequeña, con los ojos muy grandes y tristes, como a punto de echarse a llorar, tímida pero con carácter -me llamo Concepción, no Conchita- solía repetir a menudo cuando alguien, burlón, le cambiaba el nombre. A veces, con la pandilla, se perdían por los bosques cercanos y ella se aferraba a su mano para sentirse segura... Siempre olía a las naranjas de la frutería de sus padres. Tal vez por eso a Carlos le gustaba.

Con los ojos vendados oyó las risitas de las niñas. Notó los pasos y la presencia de alguien... y pasó de largo. Unas risitas más y otra niña pasó por delante de él, casi se paró, pero intuyó que el beso se lo llevaba Antonio, que estaba un poco más allá. Los pasos de la tercera chica se detuvieron delante de él. Reconoció un aroma de fruta familiar al tener el cuerpo de ella al lado. Carlos sintió un poco de vergüenza cuando ella le susurró al oído: “me gustas“, y notó casi en la comisura de los labios, la calidez de la boca de ella.

¡Que criaturas!

Un besico.



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