Y justo cuando la oruga pensó que era su final, se transformó en mariposa

miércoles, 26 de enero de 2011

Aprendiendo a ser hijos.

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Nadie nos enseña a ser padres. Nadie nos enseña a ser hijos.

Un buen día tu padre, tu madre, comienza a pensar todo el tiempo, protesta bajito y habla de cosas que no tienen ni pie ni cabeza, comienza a tener dificultades en terminar las frases y empieza a enojarse por nada.

Envejecieron... Nuestros padres envejecieron.

Nadie nos había preparado para esto.

Un buen día ellos pierden la compostura, se vuelven mas vulnerables y adquieren unas manías tontas. Están cansados de cuidar de los otros y de servir de ejemplo: ahora llego el momento de de ser ellos cuidados y mimados por nosotros.

No hacen más planes a largo plazo, ahora se dedican a pequeñas aventuras, como comer a escondidas todo lo que el médico les prohibe, de hacer lo que creen que tienen que hacer, sin atender a consejos. Tienen manchas en la piel. De repente estan tristes, se sienten solos.

Es complicada aceptar que nuestros padres ya no están con el control de la situación.

Están frágiles y un poco olvidadizos, pero seguimos exigiendo de ellos la energía que tenían.

No admitimos sus torpezas, su tristeza.

Nos sentimos irritados y algunos llegamos a gritarles si se equivocan y encima no tenemos paciencia para oir por milésima vez la misma historia que cuentan como si terminaran de haberla vivido. En vez de aceptar con serenidad el hecho de que adoptan un ritmo más lento con el pasar de los años, nos enfadamos con ellos por no seguir como antes. Provocamos discusiones inútiles y nos enojamos con nuestra insistencia para que todo siga como siempre fué.Nuestra intolerancia sólo puede ser miedo. Miedo de perderlos, y miedo de perdernos, miedo de dejar de ser lúcidos y joviales también, sin darnos cuenta de que con nuestros enojos, sólo provocamos más tristeza a aquellos que un día sólo procuraron darnos alegrías.

¿Por que no un poco de memoria de lo que ellos fueron para nosotros? Cuántas veces estuvieron noches enteras junto a nosotros, cuidándonos y mediendo fiebres.

Dijo una vez Pitágoras de Samos que "Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida" Ayudemos a que los nuestros la tengan.

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