Y justo cuando la oruga pensó que era su final, se transformó en mariposa

jueves, 27 de septiembre de 2012

No olvides nunca lo que vales

 

 

María conversaba con su abuela...-Abuela, ¿por qué soy tan desafortunada en el amor? Todas las historias acaban saliéndome mal. Voy a empezar a pensar que soy un bicho raro...
-¡No, cariño, de bicho raro, nada! Es sólo que los hombres son tontos y, a veces, dejan escapar a las mejores...
-Es que... ¡tenía tantas ilusiones puestas en lo nuestro! Pensaba que seríamos capaces de superar los obstáculos que teníamos en el camino –le decía con voz triste.

-Mira que te lo dije, que más sabe el diablo por viejo que por diablo... Y que esta historia te saldría cara... Pero esto era algo que tenías que vivir, que necesitabas vivir; porque te lo decía el corazón. Al fin y al cabo, todos sabemos que, por mucho que te dijeran “no te compliques la vida”, nadie escarmienta por cabeza ajena y que, en cualquier caso, todos tenemos derecho a equivocarnos.
-Nos queríamos. Aún me cuesta lograr entender que eso no fuera suficiente. ¿Tan difícil es intentar buscar la felicidad?
-Y seguramente te quería, mi amor, pero es probable que no lo suficiente. Los hombres son mucho más cobardes que nosotras. Normalmente, las mujeres tenemos mucho más claro que cuando hay que coger el toro por los cuernos, se coge y punto. En ese sentido, nos da mucho menos miedo afrontar situaciones complicadas y arriesgar, aunque perdamos. Le pudo más su cobardía y el miedo a arriesgarse y, al final, salir perdiendo y quedarse sin una cosa y sin otra.
-¡Me cuesta tanto dejar de pensar que es el hombre de mi vida! ¡Y, a la vez, me rebelo y me enfado conmigo misma por seguir pensándolo! Por seguir manteniendo en algún rincón de mi la idea de que algún día...
-¿El hombre de tu vida? El hombre de tu vida no será un príncipe azul, porque no existen. Está el príncipe Felipe, pero él ya se casó con Doña Leticia. El hombre de tu vida será el que te ame de verdad, el que sepa valorar bien todo el amor que tienes guardado para él. El hombre al que no le dé pavor enfrentarse a lo que sea y a quien sea con tal de que vuestro amor siga vivo y creciendo. El hombre que no tire la toalla ante el primer contratiempo. ¿De verdad sigues creyendo que era el hombre de tu vida? ¡El hombre de tu vida hubiera sido capaz de luchar por ti hasta la saciedad y no rendirse tan pronto!
María miraba a su abuela con lágrimas en los ojos. Sabía que, en el fondo, tenía razón, aunque escucharlo le doliera....
-¡No cometas el error de desperdiciar tu vida! Sabes, la experiencia me dice que “Nunca las dejan” (o casi nunca). Así que no puedes permitirte agarrarte a esa improbable esperanza. Si él quiere desperdiciar la oportunidad de ser feliz a tu lado y seguir con su vida gris, la que comparte con alguien a quien no ama de verdad, allá él... ya se arrepentirá algún día.. ¡Pero no cometas tú el mismo error, no dejes que el tiempo siga pasando y tú sigas estancada en el mismo sitio! ¡No se merece que hagas eso, y mucho menos, no te lo mereces tú, María!

-Lo sé. Si sé que tienes toda la razón del mundo, abuela. Pero saberlo no lo hace tarea fácil. A veces, creo que alguien ha puesto pegamento en las páginas de mi libro y que por eso no consigo pasar al siguiente capítulo.

-Probablemente, seas tú misma la que lo ha hecho sin querer, sin poder evitarlo. ¡Pero, créeme, acabarás consiguiéndolo! El pegamento acaba por secarse y dejar de pegar. Y cuando menos te lo esperes, te darás cuenta que las páginas se han ido despegando y que ya puedes pasar a la página siguiente.

-¡Eso espero! A veces, lo único que me apetece es quedarme acurrucada en la cama todo el día y olvidarme de todo y de todos. Estoy agotada. Sólo pretendo conseguir estar en paz conmigo misma. Y ahora no siento que lo esté.

-¡Lo estarás! Yo confío en tu fuerza para que lo consigas. Y entonces te darás cuenta que en el nuevo capítulo hay todo un mundo lleno de novedades y sorpresas. Y que lo que está por llegar, sola o acompañada, es mejor que lo que él te ofrecía. Porque te lo mereces. Y entonces ya no te dolerá haber cerrado ese capítulo. Y tampoco te dolerá recordarlo. Te quedarás con lo bueno y con lo que aprendiste con toda esta vivencia.

-¿Abuela, sabes una cosa?

-¿Qué, mi niña?

-¡Que te quiero! ¡Te quiero mucho!¡No lo olvides nunca!

-¡Y tú no olvides nunca lo que vales! ¡Yo sí que te quiero, mi princesa

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