Y justo cuando la oruga pensó que era su final, se transformó en mariposa

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Casi Princesa

Había una vez una pequeña princesita. Vivía en un precioso castillo con su padre, el rey, su madre, la reina y sus hermanos, el príncipe y la princesa. El rey y la reina se llenaban de orgullo pues eran la primera monarquía que había existido nunca en ese pueblo, así que todos los habitantes los adoraban por ser la única, especial y la primera casa real que habían tenido.
Todos los miembros de la realeza eran realmente admirables, y destacaban por ser los únicos en esto, los primeros en aquello, por lo que se sentían realmente especiales. Bueno, todos excepto la pequeña princesita. Ella era la segunda princesa y cada día se esforzaba en encontrar cosas que la hicieran ser única y especial, ya que nunca sería la primera. Pero no había manera. No había nada que supiera hacer que no supiesen hacer alguno de sus hermanos o sus padres, no había nada que dijese que no hubieran dicho ya sus hermanos o sus padres, y, si a veces se le ocurría algo novedoso, siempre acababa metiendo la pata. Ella sólo deseaba ser tan maravillosamente diferente en algo como todos los de su familia pero, por más que lo intentaba, nunca lo conseguía. Era casi única, casi especial y casi la primera en algo. Por eso, en el reino, comenzaron a llamarla la princesita Casi.
La princesita estaba siempre triste pues sentía que no encajaba en el castillo ya que ella no destacaba por nada. Así que un día cogió sus cosas y se marchó a buscar la manera de poder ser única, especial y la primera en algo. Pasó muchos años vagando por el mundo y, en cada lugar que visitaba, aprendía algo nuevo.
- Aprendió a hacer los mejores y más grandes pasteles de chocolate.
- Aprendió a contar las historias más bellas.
- Aprendió a tejer con hilo de seda.
- Aprendió a hablar la lengua de los pájaros.
A pesar de todo lo que se esforzó durante esos años viajando, cuando volvió no consiguió sentirse única, especial y la primera pues, entre los ciudadanos ya había magníficos pasteleros, trovadores, costureras, encantadores de pájaros… nada de lo que ella había aprendido suponía novedad alguna en el reino.

La pequeña princesita perdió entonces la esperanza de ser única, especial y la primera en algo. Se sentía realmente triste pues no encajaba en ningún lugar del reino. Entonces decidió rendirse en su búsqueda y se internó en el bosque pues prefería estar sola. No sabía hacía donde ir, ya no había nada que pudiera hacer o aprender. Así que caminó sin rumbo durante tres días y tres noches hasta que llegó a un reino muy hermoso. Era diferente a todo lo que había visto antes y parecía acogedor así que decidió entrar.
BIENVENIDOS A UNICOLANDIA
“¡Vaya! - pensó – a ver qué me encuentro aquí.”
A medida que iba adentrándose por las calles, todos los habitantes la miraban con mucha curiosidad, ¿quién será?, ¿quién no será?, se decían unos a otros.
Todos se reunieron en la plaza del pueblo alrededor de ella y la observaban con atención. Entonces llegó el rey a darle la bienvenida. Y a continuación le contó la historia de Unicolandia, el primer país del mundo, algo que les hacía ser realmente especiales. Le contó también que, según las leyes que allí imperaban, cada uno de los habitantes debía ser único, especial y el primero en algo.
- Así que si quieres quedarte con nosotros tienes que ser única, especial y la primera en algo – le dijo el rey, mirándola con cara de curiosidad.
La princesita empezó a contarle todas las cosas que sabía hacer pero no había manera pues, en todas, ya había alguien del pueblo que lo hacía, antes que ella y mucho mejor.
- No se preocupen, me marcharé a otro lugar. Soy demasiado corriente para encajar aquí, en un país tan maravilloso.
Dijo la princesita alejándose cabizbaja.
- ¡Un momento! – gritó el viejo consejero real – ¿dices que no eres ni única, ni especial ni la primera en nada?
- Si, así es – contestó la princesita avergonzada.
- Te contaré algo – dijo el anciano – os contaré algo a todos. En tantos años que he vivido, y creedme que son bastantes, han pasado por Unicolandia muchas personas. Algunas eran únicas por algo pero no especiales ni las primeras. Otras eran realmente especiales pero no únicas ni las primeras. Y otras han sido las primeras en algo pero no eran únicas ni tenían nada de especial. En cuanto a ti, princesita, – continuó el anciano – tu no eres ninguna de las tres cosas. ¡Eres la primera persona en Unicolanda que no eres única ni especial!

- Lo que te convierte en una persona especial por ser la única y la primera en no ser única, ni especial y ni la primera en nada. Así pues, sé bienvenida a nuestro reino – le dijo el rey mientras le tendía la mano.

La princesita, loca de contenta, se quedó con ellos para siempre. En un reino dónde le resultaba muy fácil vivir pues sólo tenía que ser ella misma.



REFLEXIÓN:
De igual modo que nuestra Casi Princesa, vivimos buscando metas e ideales a veces inalcanzables. Nos gusta sentirnos diferentes pues eso nos hace creer que así nos querrán y que, si no tenemos nada especial, nadie nos mirará.
Si de algo podemos estar seguros es de que todos somos seres únicos e irrepetibles pues nunca, nunca, ha existido ni existirá nadie como tú. Disfruta de tu propia singularidad, acéptate y muéstrate a los demás tal y como eres. No te compares, no te escondas, permítete la libertad se ser TU. No te adornes con lo que los demás esperan de ti, no te adornes sin más con las últimas tendencias, no te adornes… eres un ser hermoso tal y como eres.
No hay mayor belleza que la frescura y la sencillez de ser como uno es.
“ERES COMO ERES
Intenta ser tu mismo, con todas tus fortalezas y debilidades.
Quien reposa en sí mismo puede expandirse hacia todas partes”
(Masaru Emoto, Los Mensajes del Agua)

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