Y justo cuando la oruga pensó que era su final, se transformó en mariposa

martes, 26 de abril de 2011

Besos, abrazos, caricias.



Ayer llegaron dos sacos

-los guardo en el almacén-

rebosantes de arrumacos.

¿Besos y roces? ¡También!

Valen todas las divisas

que el producto es regalado.

Cambio mimos por sonrisas

y hay amor garantizado.

(Carmen Gil)

Es una realidad que los niños que crecen rodeados de cariño, de atención, de caricias, son personas más estables emocionalmente en su vida que aquellos a los que simplemente y es un decir, se les cría, se les compran "cosas" se les deja que jueguen con la consola, niño estate quieto, niño no molestes, deja de dar el follón. Esos locos bajitos como cantaba Joan Manuel Serrat que a menudo se nos parecen, y a veces eso no es bueno porque no somos el mejor patrón.
Pero bueno el tema era abrazos, caricias y besos. ¿Podemos pasar sin ellos? Las personas que viven en soledad podrían explicarnos cómo añoran el calor de la compañía. Que injusto es negar el calor a quien amas.
Si la apatía entra a formar parte de la rutina de nuestra vida y adviertes que tiendes cada vez más a acariciar menos a las personas que amas, descubre que haciendo un esfuerzo podrás recuperar el deseo de buscar los cuerpos y gozar de nuevo la experiencia de dar y recibir amor.

Leo Buscaglia escribe:

“La mayor parte de las personas no nos abrazamos de modo espontáneo, ni siquiera lo hacemos con las personas amadas. Parece que reservamos el abrazo para el acto sexual, para momentos de máxima alegría o las situaciones más trágicas de la vida. La necesidad de contacto físico se acentúa al parecer en momentos de catástrofe.Tras un accidente o una inundación nos enlanzamos en brazos de los demás, buscando seguridad y consuelo".

No esperemos sólo situaciones especiales y seamos capaces de compartir esos abrazos, besos y caricias con aquellos que queremos, que apreciamos.


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